A nadie
se le escapa que vivimos unos momentos bastante penosos, en los que sobrevivir
está comenzando a ser una especialidad. Por
un momento, volvimos a mirar al puerto, esperando los galeones de las américas
cargados de oro, a beber alegremente el vino de las tabernas, invitando a
cuantos entraban en ellas y sin mirar ni de soslayo la cuenta; a tener tertulia de cafetín trasnochado
mientras nos emborrachábamos con el vino malo que no era sino la sangre de
nuestras heridas, entre jacaranda y chirigota, como las cigarras que llevamos
dentro, en el adn español. Y en todo esto estábamos cuando, por sorpresa la
pobreza comenzó a entrar por la puerta mientras el amor, el lujo, el estado de
bienestar, la alegría, el pan y la sal, acompañaron al amor saltando por la
ventana, dejándonos sumidos en un estado de estupefacción y de desamparo.
Y,
¡cómo no!, comenzamos de nuevo a hacer lo que mejor sabemos: arreglar el país
en los bares. Y de nuevo las voces que más alto hablaban eran las que tenían
razón, sin que se tuviera en cuenta ni la procedencia, ni la sabiduría ni el
sentido común. Entre tanto, nuestros dirigentes se dedicaron a callarnos la
boca con subvenciones que minaban las reservas y no eran más que darnos un
pescado en vez de enseñarnos a pescar (¿nadie les habló nunca de Confucio?). Y
la mejor herencia de la Democracia se fue ya no por la ventana, sino por el
desagüe, con un ruido vacuo y sordo de los desheredados más tristes: los que ni
siquiera saben que lo son. Y otra vez se escuchaban, pero ahora más fuerte, las
voces de los bares.
Suenan gritos de unidad: ¡debemos salir juntos de esta
situación! ¡ todos a filas ! ¡ a una compañeros ¡ Y se arma el ejército de
salvación, y nos alineamos en columnas para vencer a la desesperación; pero, “¿bajo
qué bandera?” , pregunta uno de los más avispados. Y con solo una simple interrogación,
se produce la derrota. No se puede lucir la enseña nacional sin ser tachado de
facha, pero sí la de la tu comunidad; no se puede decir que te sientes
orgulloso de ser español sin que te llamen derechón,
; no es posible expresar otras ideas
que no sean las políticamente correctas: la debacle asombra de nuevo los
corazones. Y las voces de los bares, son ahora atronadoras.
Somos una nación de naciones sin
bandera común; un país en el que nadie lucha por la colectividad; un pueblo que
solo se une en los eventos futbolísticos: hemos perdido la identidad, y ahora
hemos añadido al diccionario otro nuevo insulto: ¡ español ¡ Supongo que a estas alturas ya habrá alguno
que esté aplicando para mí alguno de los epítetos del párrafo anterior. Los
mismos que se sienten orgullosos de proceder de su región y escupen a la
bandera para, acto seguido, poner la mano y cobrar del Estado por su cargo. Y
las puertas de los bares se llenan de un público aún más ruidoso: los
izquierdistas de cafetín y tafetán que, desde sus poltronas de oro, se permiten
llamarnos a las barricadas mientras guardan sus coches de alta gama en el
garaje del chalet. Los mismos que, cuando escuchan hablar de Marx, solo saben decir que era un cómico
genial y que confunden a Engels con el protagonista de La casa de la pradera.
Una masa ingente de voceras de tertulia barata que no se han leído en su puta
vida El capital ni el Manifiesto comunista y, lo que es peor,
no piensan hacerlo para no sentir remordimientos por la posición social y el patrimonio
personal que atesoran.
Somos
un país triste, desunido y hundido. No podemos aspirar a más. Que sigan incrementándose
las voces en los bares, que continúen alzando la voz. Gritemos más fuerte para
que nadie pueda ver nuestro miedo. Arreglemos la situación en la barra y
quedémonos cruzados de brazos ante la realidad. Tenemos lo que nos merecemos;
somos lo que preconizamos. Solo polvo y ceniza que se lleva el viento, entre
los ecos lejanos del fracaso.
2 comentarios:
Momentos penosos, efectivamente.
Y como siempre sucede, cuando la desesperación llama a la puerta, no queda sino agachar las orejas y trabajar como desesperados por un sueldo miserable que nos sirve para sufragar los gastos necesarios, que de los superfluos ya no hablamos porque, simplemente, no pueden existir.
Momento oportuno para revivir la política de taberna. Donde se guardaba silencio, surge la voz del proletariado criticando, juzgando, escarneciendo ... pero sin aportar ni una solución.
No vemos lo que no queremos, aunque tengamos delante de los ojos los ejemplos más patéticos de "ricos-comunistas" a los que les importa un bledo el resto del mundo.
Pero ... somos así.
Un abrazo, duende, y gracias por seguir escribiendo.
Sin duda son difíciles los momentos que vivimos: hemos perdido en menos de una década lo ganado durante un siglo de lucha. Es triste...
Muchas gracias por tu comentario y por seguir leyéndome. Si continuo escribiendo, es gracias al apoyo, así que reitero mi agradecimiento y remito un abrazo fuerte.
Publicar un comentario