FELIZ NAVIDAD de parte de vuestro DUENDE.
La frase del día
El hombre puede vivir unos cuarenta días sin comida, unos tres días sin agua, unos ocho minutos sin aire, pero sólo un segundo sin esperanza.” —
miércoles, 24 de diciembre de 2014
FELIZ NAVIDAD
Quiero desearos a todos, los muchos o los pocos (mas todos especiales), unas muy felices navidades, y dedicaros una canción muy típica de estas fechas, aunque nunca haya entendido el porqué, dada su dureza; pero siempre maravillosa.
FELIZ NAVIDAD de parte de vuestro DUENDE.
FELIZ NAVIDAD de parte de vuestro DUENDE.
domingo, 12 de octubre de 2014
jueves, 11 de septiembre de 2014
LARGO SILENCIO A MODO DE EPÍLOGO
Durante muchos meses he huído del mar blanco, por miedo a profundizar en mis sentimientos, esos mismos que estuvieron muy cerca de llevarme a pedir cita con Caronte: hasta la moneda tenía ya preparada, si soy sincero. Hoy, he vuelto a retomar mi actividad, a enfrentarme a mis viejos fantasmas, no porque hayan dejado de doler, si no porque sus golpes me son me son ya más soportables. Quizás sea que ya no azotan con tanta fuerza, o que yo estoy más fuerte, o tal vez una mezcla de ambas; pero lo cierto es que hoy me apetecía escribir, volver a aporrear el teclado (tan inutil durante tanto tiempo...), sentirme vivo en mis escritos, tal y como lo hice en el pasado. Ahora, al escribir estas lineas, me doy cuenta de que nada va a ser igual, pero que la literatura sigue siendo mi vida, como lo ha sido siempre desde que, con dieciseis años, terminé mi primer escrito. Hoy no voy a extenderme mucho más, ni me voy a perder en reflexiones, que para eso ya habrá entradas posteriores. Solo quiero enviar tres mensajes, para concluir. El primero es para los que, pese a mi silencio, han seguido asomándose a este pequeño trozo de mi alma: Gracias de todo corazón.
El segundo es para mi alter ego, Duende Satírico, que muchas veces forma parte de mi y otras cobra vida y me es totalmente ajeno. Sal a la vida de nuevo, no tengas miedo del sol; recuerda, como yo lo estoy haciendo ahora, las palabras del maestro sevillano, ese que tantas y tantas veces nos ha acompañado:
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
No dejes que te inunde de nuevo la tormenta de la oscuridad y ¡respira! ¡vive!
Y el tercero y último, como no podía ser de otra manera, es para ella, para mi eterna gata, mi dulce niña. La mujer más amada y la más idolatrada, ahora que sé que jamás volverás a estar en mi vida, puedo decirte todas y cada una de las palabras de esta canción, y dedicártelas M.B.S. con todo el cariño del mundo. No dejes que te inunde de nuevo la tormenta de la oscuridad y ¡respira! ¡vive!
El segundo es para mi alter ego, Duende Satírico, que muchas veces forma parte de mi y otras cobra vida y me es totalmente ajeno. Sal a la vida de nuevo, no tengas miedo del sol; recuerda, como yo lo estoy haciendo ahora, las palabras del maestro sevillano, ese que tantas y tantas veces nos ha acompañado:
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
No dejes que te inunde de nuevo la tormenta de la oscuridad y ¡respira! ¡vive!
Y el tercero y último, como no podía ser de otra manera, es para ella, para mi eterna gata, mi dulce niña. La mujer más amada y la más idolatrada, ahora que sé que jamás volverás a estar en mi vida, puedo decirte todas y cada una de las palabras de esta canción, y dedicártelas M.B.S. con todo el cariño del mundo. No dejes que te inunde de nuevo la tormenta de la oscuridad y ¡respira! ¡vive!
domingo, 25 de mayo de 2014
Entre los dedos
Siempre hay algo que agradecer.
Si un rasgo ha acariciado siempre mi forma de ser, es el de saber que tras
cualquier situación, por mala que sea, siempre hay un pequeño resquicio que,
benevolentemente, llamamos “lado bueno”, para poder continuar adelante sin dejarnos
la vida en el intento, aunque en demasiadas ocasiones, se nos vaya quedando el
alma. Tardas en darte cuenta, en encontrarlo, y ese supongo que es el principal
componente del tiempo de duelo.
Así me encuentro yo ahora,
mirando, rebuscando, olisqueando entre la inmundicia de mis recuerdos y
sentimientos muertos, intentando hallar ese pequeño detalle de gracia que me
permita continuar. Hasta ahora no he tenido demasiada suerte, y sigo penando
por los días, perdiendo el tiempo de mi vida, que se me va escapando entre los
dedos, sin que pueda hacer nada por evitarlo. Y es que he llegado a la
conclusión de estar huero por dentro, perdido y sin esperanza, mirando hacia el
horizonte de un océano que te ha tornado a la luz del sol como una masa de
sangre en la que se va ahogando mi existencia. Pero tengo que ser agradecido, y
dar mis más efusivas congratulaciones, para no parecer descortés por el favor
otorgado; para no levantar ampollas ni lanzar acusaciones que puedan dar lugar
a un sentimiento de culpabilidad inexistente y que, como en todas las cosas que
no son, resulta absurdo detenerse.
De modo que, llegado a este punto,
debo agradecer que me hayan extirpado el alma, que en pedacitos reposa en el mismo cajón en el que guardo el álbum de
fotos. Sin ella, el corazón ha pasado a tomar su definición anatómica exacta:
se ha quedado en un músculo, sin más; un músculo tonto e insensible que
funciona por inercia. ¿y qué es lo que hay que agradecer en todo esto?; la
respuesta es bien sencilla: Gracias a todo esto, no me lo van a poder romper
más. Viendo cómo estoy y cómo lo estoy pasando, realmente eso es una suerte.
miércoles, 21 de mayo de 2014
SIMPLEMENTE MALVIVIR (ALMA DE DUENDE III)
Creo que a nadie que me conozca se le
escapa que no estoy pasando precisamente lo que se llama un momento
dulce. Ahora mismo me encuentro en unas circunstancias en las que no
tengo peor enemigo que yo mismo, ni persona que peor me trate que ese
que cada mañana se asoma al espejo a enseñarme, sin paliativos, la
cara de un hombre derrotado. Hace ya bastante tiempo que llevo un
semi retiro de charlas nocturnas, porque considero que alguien que
solo puede aportar amargura, lo mejor que puede hacer es retirarse en
silencio, a ladrarle a la luna y a mostrarle solo a ella las lágrimas
que cada día, sin excepción alguna, me siguen acompañando. Y es
que a nadie le gusta mostrar el lado derrotado de su cara, el páramo
yermo y hostil en que se ha convertido un interior devastado. De la
misma manera, con mis amigos cercanos me sucede lo mismo: rehuyo del
contacto por no tener nada que aportar, por considerar que en estos
instantes no soy si no una carga que solo puede añadir tristeza a
una situación que, en mayor o menor medida, lo que necesita es gente
que aporte todo lo contrario a pesadumbre, tristeza y soledad. En
cuanto a la escritura, siento que tengo un bloqueo motivado por la
situación en que me encuentro, y que me convierte en un ágrafo
monotemático incapaz de redactar dos lineas sin que toda la
sensación de abulia y melancolía rezume por los cuatro costados,
provocándome aún más dolor al obligarme a mirar a la cara a mis
fantasmas, así que he desistido de intentarlo hasta que no vaya
pasando el tiempo y comience a sentir que tengo las fuerzas
necesarias para abstraerme de mi realidad y comenzar a retomar la
senda del deleite que provoca el escribir. Esta es la situación en
la que ahora mismo se encuentra el Duende Satírico. Y tengo la
sensación de que todo esto va a ser algo que me acompañe aún por
una larga temporada.
Ayer me pasó algo que me hizo pensar
en todo esto. Fui a ver a un amigo, a un hermano de esos que hay
pocos, de los que siempre tienen la sonrisa presta, los brazos
abiertos y la palabra justa, aunque no sea esa la que quieres, pero
sí la que necesitas escuchar. Me recibió con palabras de reproche,
por toda la tristeza que estaba destilando las cosas que de mí iba
leyendo y, aunque fueron pocas y enseguida retomó la conversación
por derroteros más amables, su mirada me lo dijo todo: sentía
preocupación y cierta dosis de angustia por mí. Su mujer
(maravillosa persona, de las que tienen valores envidiables), se tuvo
que marchar, no si antes prometerme que la iba a escuchar en cuanto
tuviera la ocasión de poder hablar conmigo, y dejándome con la
espada de Damocles de la perorata que me espera, marchó. Y sé que
es de las que cumplen su palabra, así que no me cabe la duda de que
así será, y por ello solo puedo agradecerle el cariño que va
implícito en esta actitud, bañada de una preocupación por alguien
a quien, de este modo, le está demostrando un cariño que, como
receptor, no puedo más que agradecerle. Y todo esto me hizo tomar
consciencia de que hay días que escribo cosas tan terribles que lo
único que estoy consiguiendo es preocupar a los que bien me quieren.
Hasta ahora no me había dado cuenta de ello, supongo que por la
comparación entre lo que me digo para mis adentros y lo que dejo que
se vea, bastante más suave, menos cruento y más comedido.
Creo que procede pedir una disculpa a
todos los que estoy preocupando con mi comportamiento y aislamiento,
pero es realmente me sale así. Un corazón no se muere cuando deja
de latir, si no cuando ha perdido el motivo por el que latir. Y
resulta tremendamente duro asomarse cada día al espacio de sus ojos,
sin llegar a verlos; acampar fuera de la patria de su piel, que es la
única tierra que conozco como mía, mientras espero a ver su imagen
reflejada en el espejo, situándose junto a mí. Y es que resulta
doloroso ser apátrida mientras añoras volver al olor, al calor, a
las miradas cómplices y las sonrisas que hacen que salga el sol. El
sábado hice algo estúpido, por lo que luego me disculpé, motivado
solo por lo que me provocó el ver a mi hija llorando conmigo por lo
que ambos la echábamos de menos, y su angustia por ver a su padre
llorar desconsoladamente, como si fuera un niño, algo a lo que no
está acostumbrada. Y es que todo lo que ahora mismo estoy haciendo
es provocar dolor y sufrimiento a mis seres queridos. Es por todo
esto que quiero pediros disculpas, y prometer que algún día, os lo
devolveré, aunque esta sensación siempre me acompañe, porque si
algo tengo claro es que tengo que enseñarme a vivir con ello, ya que
desterrarlo o superarlo es del todo imposible, enterrado en una
eterna melancolía y la terrible añoranza del ser amado, que voy a
llevar en mi alma hasta el día en que muera.
martes, 11 de marzo de 2014
GRACIAS (ALMA DE DUENDE II)
Vivimos
en un mundo desquiciado, eso nadie puede negarlo. Nada es ya lo que parece, y
la vida cambia tan rápido, que los valores, la forma de vivir que nos inculcaron
y nos dieron como cierta, van quedándose desfasadas a un ritmo vertiginoso.
Pero hay muchas cosas que nunca podrán cambiar, porque forman parte de nuestro
interior, y hacen que nuestra cosmovisión sea de una manera determinada. Hay
demasiados que no tienen la suerte de conocer muchos aspectos de la vida que
hacen maravillosa la existencia; sin lugar a dudas, una de ellas es el amor.
Durante toda mi vida leí en muchos libros de su existencia y pensé haberlo experimentado.
Pero todo fue falso, una ilusión, un sentimiento que creía haber experimentado.
Pero todo eso cambió cuando te conocí. Desde aquel momento fue cuando descubrí
la verdadera dimensión del amor, y que todos aquellos poemas leídos en la
juventud eran ciertos, y existía ese sentimiento bello y noble que podía
elevarte al cielo (aunque suene manido, es cierto). Y por todo ello, solo puedo
darte las gracias.
Tengo
que agradecerte que me dejaras un día asomarme a la intensa inmensidad de
aquellos ojos de gata que me sacudieron el alma desde el primer momento en que
te vi en la penumbra de aquel local, donde solo un foco iluminaba un punto, y
en ese punto estabas tú, y desde aquel instante, mi corazón se quedó contigo.
Gracias por las miradas furtivas de aquella noche, que vistas desde mi miedo,
parecían aún más bellas, y me dieron la fuerza necesaria para sobrevivir a todo
ese tiempo tan duro e incierto que estaba pasando.
Gracias
por tu sonrisa, esa que ilumina el mundo, que lo hace más bonito solo por verse
iluminado por ella. El calor que siempre sintió mi alma a su abrigo fue el
sentimiento más dulce y bello que pueda experimentar hombre alguno. Si me
preguntasen por un lugar al que quisiera siempre volver, ese sería sin duda al calor de su regazo, del tintineo de tu risa, de la caricia de tu mirada. Morir bajo su
auspicio, sería sin duda el más dulce de los sacrificios.
Gracias
por dejarme aquella visión, que un día me regalaste frente a una muralla.
Recuerdo que solo pude decir: “¡Dios mío! ¡Qué bella eres!”. Y no pude
articular más palabra porque estaba bebiendo cada instante, cada rayo de luz
que se reflejaba en ti, para conformar un recuerdo imborrable que me diera tu
imagen cada vez que quisiera recordarte. Y así es como lo hago, como aquella
vez. Y esa visión es la llama que enciende la luz de mis recuerdos. Porque
quiero que sea así; porque no quiero renunciar a vivir en el recuerdo, aunque
ello solo me lleve a ser un desdichado duende que busca cada noche la luna,
venciendo el muro de las lágrimas, para susurrarle un “buenas noches, mi amor”,
aunque sepa que no lo escucha, aunque sepa que jamás se lo podrá decir de nuevo
al oído. Pero es que me regalaste unos instantes tan preciosos y dulces que me
resisto a dejarlos morir; y los revivo cada día, venciendo la resistencia de la
razón, que me grita que no me haga más daño, que no remueva más mundos pasados
condenados a ser solo eso, que no me empeñe en continuar en un universo en el
que ya no está mi sitio, en el que solo se me recuerda con sabor amargo. Pero
es que hasta las lágrimas ardientes y dolorosas son pasaporte hacia ese tiempo
en que me regalabas aquel amor inmenso. Y pese al dolor que siento cada día, me
alegra seguir enamorado de ti, porque eso me indica que no fue un sueño, que en
verdad existes. Que todo aquel sentimiento
fue derramado una vez sobre mí para hacerme el hombre más feliz de la
tierra. Y por todo ello, solo puedo darte las gracias. Gracias por existir y
por ser bella, única y maravillosa. Lejos de cualquier rencor te guardo; lejos
de cualquier dolor guardo un pétalo de tu amor, que me guardo en el alma y
riego con mis lágrimas, manteniéndolo
limpio y puro, para que aquella imagen bañada de luz, siga acompañándome
hasta el fin de mis días. Sé que mi último pensamiento antes de morir, será
siempre para ti; y mi última palabra será tu nombre, acompañado de un “te
quiero”, tan hermoso como el amor que tengo y siempre tendré por ti. Y por
haberlo sabido motivar con todos los maravillosos dones que hacen de ti una
mujer extraordinaria, solo puedo decirte una cosa: gracias. Tu recuerdo está guardado junto a mi amor, y ambos me acompañarán hasta el fin de mis días.
Para Maite B. S. con todo mi amor
Para Maite B. S. con todo mi amor
viernes, 7 de marzo de 2014
ALMA DE DUENDE I (EL MIEDO DEL DUENDE)
Recuerdo aquel momento, como si fuera
ayer mismo cuando sucedió. Era por la tarde y casi me aventuraría a
decir la hora, pero tampoco es demasiado relevante. Echando la vista
atrás, se ve el paso tan veloz del tiempo que asusta, haciendo que
parezca algo próximo, pero fue el día 14 de agosto de 1985 cuando
escribí mi primer escrito bajo el seudónimo, entonces no
publicitado ni conocido por nadie, de Duende Satírico: ¡más de 28
años ya!. Y es que aquel verano fue el de mi despertar en muchos
sentidos, pero el más significativo fue el literario, que me llevó
a escribir la friolera de ¡tres escritos! aquel mes. Eran tiempos
bisoños, en un Valladolid adolescente, con la carne de gallina por
las explosiones hormonales que producían aquellos tiernos
sentimientos que comencé a plasmar en unas hojas de papel. “El
parque” fue el primero de mis escritos, dedicado a un parque que
había en mi barrio, en el que pasé mi mas tierna puericia y que,
con el paso del tiempo, estaba olvidado y solo. El seudónimo nació
como algo natural, y fue curioso; pero es que tras la última palabra
del escrito, de una forma involuntaria, en el lugar destinado a la
firma, escribí mecánicamente “Duende Satírico”, y así de
abrupto y espontaneo fue su nacimiento. El origen se debe al libro
que aquel verano me estaba leyendo y que, con el paso de los años,
se convirtió en uno de mis libros de cabecera: “Los artículos de
costumbres” de Mariano José De Larra. Desde aquel momento, se
produjo un desdoblamiento de mi alma, pasando el Duende a ser el
testigo de todos los miedos, ansiedades, momentos dolorosos y ruegos
a la vida para conseguir fuerzas que me hicieran seguir adelante. Se
convirtió en el encargado de exorcizar fantasmas, que es al fin y al
cabo el motor de mi pobre vida de escribidor; y es que, debo
admitirlo, hay muchas vivencias que no comprendo hasta que las he
escrito, y otras muchas de las que no he llegado a ver todo el
alcance, el trasfondo que contenían hasta verlas plasmadas en un
folio. Y es que mi torpe experiencia literaria nació como su
artífice: con un objetivo muy modesto, que no es otro que el de
ayudar a comprender el mundo, aunque al principio y bajo la luz de
los bríos juveniles, en esa fábrica de sueños rotos que es la
adolescencia, me imaginara alguna vez viviendo de mis escritos. Fue
por entonces cuando comencé a escribir en un pequeño periódico
local, en el que comencé una columna que aún por otro medio
mantengo viva: “Vientos Maestrales”. Ciertamente, la escritura no
ha sido mi leif motiv, pero no cabe duda de que lo ha alimentado y
que ocupa un lugar importante en mi vida.
Como dije en el párrafo anterior, mi
blog, “Vientos Maestrales”, no es si no la continuación de
aquella labor que comencé en años bisoños pero que, por el formato
y la difusión, presenta unas ciertas particularidades que están
haciendo de la experiencia algo único. Confieso que tuve que vencer
el pudor inicial de desnudar el alma delante de todo el que tenga a
bien perder un momento interesándose en algo de lo que escribes. Al
fin y al cabo, cualquiera que escriba tiene que tener en cuenta esto,
y saber vencer el sonrojo que ello provoca. No es algo fácil, pero
resulta satisfactorio, hasta cuando son críticas lo que llueven. Lo
cierto es que, cuando pasa el tiempo, llega a convertirse en algo
inherente al íntimo acto de escribir, aunque sea lejos de cualquier
atisbo de ego. Aunque eso, como ahora voy a narrar, puede convertirse
en un obstáculo a la hora de crear.
Y es que hubo un momento
particularmente doloroso en lo personal en el que varias personas
(quiero imaginar que movidas por intereses loables exentos de
cualquier tipo de acritud y por el cariño que me profesaban), que
comenzaron a censurarme el que escribiera algo, la forma de hacerlo o
el que no lo hiciera (que también hubieron bastantes quejas al
respecto), lo cual motivó que perdiera la perspectiva. En un momento
mental patético, sin fuerzas ni resistencia alguna, todas estas
protestas hicieron que el Duende tuviese miedo a salir, que borrase
infinidad de frases una vez escritas, pensando en que molestarían a
tal o cual persona; se fue acotando mi libertad a la hora de redactar
y, lo que es peor, provocaron el efecto contrario, moviéndome a
publicar cosas que jamás debería haber permitido que nadie leyese,
por el efecto “Olla a presión”.
Y fue en este mismo instante en el que
Carlos tomó las riendas y terminó de estropearlo, al
instrumentalizar la figura del Duende, utilizándolo de arma
arrojadiza, cuando nunca debería haber permitido que no fuera otra
cosa que lo que siempre había sido: la vía perfecta para ir
exorcizando miedos. Me herí, herí al Duende y, lo peor, herí a
terceros, pese a tener más o menos razón ya que eso ahora no
importa, pero a los que nunca debí someter a tal sufrimiento. Y por
todo esto, poco a poco mi alter ego se fue escondiendo, acurrucado en
un rincón, preso del pánico que le provocaba salir de su refugio;
no solo no salió, si no que se fue ocultando cada vez más hasta que
llegó el día en que algo que amaba, que me llenaba y me hacía
sentir feliz, pasó a ser incómodo y doloroso. Por primera vez desde
que tenía dieciseis años, experimente rechazo y asco por cualquier
cosa que tuviera que ver con la escritura.
Aún no sé si todos esos sentimientos
negativos han sido vencidos, si lo serán algún día o si tendré
que aprender a convivir con ellos, pero lo que sí tengo claro es que
voy a intentarlo con todas mis fuerzas y con la lección aprendida,
para no volver a dejar que la inmundicia de muchos de los pasajes de
Carlos contagien al Duende. Espero poderlo conseguir, porque si algo
necesito ahora mismo es a ese viejo amigo que me explica todo lo que
no sé de mí.
ALMA DE DUENDE
Hoy por fin rompo el silencio que he mantenido durante meses. Han sido momentos muy intensos y, sobre todo, bastante tristes. Una época oscura en la que he llegado a odiar lo que tanto ha significado siempre para mí, hasta el punto de haber hecho desaparecer este blog en dos ocasiones. Quiero recomenzar esta andadura que he tenido aparcada durante un tiempo, explicando y explicándome algunos de los aspectos de estos últimos tiempos. Y lo voy a hacer con una breve trilogía; tres escritos que van a desgranar alguna parte de mi vida. Y esto va a ser así porque sé que sin estas explicaciones, jamás podré volver a escribir, a recuperar esas ganas, esa alegría que me ha dado siempre la literatura.
Soy consciente de que quizás no sean los mejores escritos que hayan salido de mi pluma, si no más bien todo lo contrario. Pero de lo que no me cabe la menor duda es de que serán los que más haya necesitado escribir nunca jamás. Espero que los pocos que lo leaís, tengaís alguna compasión de este pobrecito escribidor.
Soy consciente de que quizás no sean los mejores escritos que hayan salido de mi pluma, si no más bien todo lo contrario. Pero de lo que no me cabe la menor duda es de que serán los que más haya necesitado escribir nunca jamás. Espero que los pocos que lo leaís, tengaís alguna compasión de este pobrecito escribidor.
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