Sin apenas
darme cuenta, en los últimos tiempos mis escritos se han ido yendo, como si
tuviesen vida propia, hacía lo que de un modo cursi se denominaban “las
procelosas aguas de la política”, cosa que me ha sorprendido bastante, ya que
no soy una persona dada a entablar conversaciones sobre estos temas una vez
fuera del estricto círculo de la más absoluta intimidad, esa a la que dejamos
acceder únicamente a una o dos personas a lo sumo. De toda esta forma de
actuar, la consecuencia más inmediata es que escasas personas conocen de mi
idearium personal. Así debe ser, ya que
me mantengo lo más lejos posible de cualquier idea que contenga reminiscencias
de dogma. He aprendido a distinguir las voces de los ecos y, sobre todo, a
escuchar mucho más que a hablar, manteniéndome así dueño de mis silencios antes
que prisionero de mis palabras.
Curiosamente,
esta inclinación hacia lo político me ha alejado un poco de lo que realmente me
ha movido siempre: los sentimientos. Puedo asegurar que siempre he tenido muy
en cuenta la importancia de decirle a mi mujer lo que siento por ella. Cada
día, sin contar las veces que lo hago porque esto desvirtuaría su sentido, le
digo que la sigo amando más que cuando la conocí; mucho más, por todo lo
vivido.; pero, como decía antes, mis últimas inclinaciones me han llevado a no
decírselo de una manera que me encanta: por escrito. Me siento cómodo pensando
en ella y dejando que la tinta que hay en mis venas se derrame mientras en mi
mente tengo su imagen. Y por todo ello, tengo que pedir perdón.
Hace un
tiempo que vivo unas circunstancias complicadas por un hecho que ha marcado
definitivamente mi vida. He estado en el infierno, mirando al diablo a la cara
y ella, la mujer por la que respiro, le ha desafiado conmigo, cogiéndome de la
mano mientras exorcizaba fantasmas en la oscuridad de la noche, mientras
enfrentaba a miedos y a tensiones. Y eso es algo que, por muchos años que viva,
muchas canciones que le dedique, muchas palabras que le musite al oído o muchas
líneas que le dedique, jamás podré agradecer de manera suficiente. Eres mi
eterna musa, mi infinito hacia el que camino con paso firme hasta el día de mi
muerte. No podría entender mi vida ni mi mundo sin reflejarme en el espejo de
tus ojos, los mismos que veo cada mañana cuando despierto. Sin ellos, sin tu
sonrisa, sin tus palabras ni tus gestos, adolecería de motivos para seguir
hacia adelante. Te pido perdón si en algún momento no sé amarte; si mis
amaneceres son indignos de tus mañanas; si mis desesperanzas se dejan convencer
por el desánimo y la cordura y no dejan penetrar tu luz en mi alma. Sé que no
es fácil convivir con mi tristeza, y que lo haces sin pedir a cambio más moneda
que la de mi amor, la misma que tienes y vas a seguir teniendo siempre que
quieras conservarla, porque contigo ha llegado el amor que tanto esperaba, la
vida que deseaba, el remanso de paz que tanto necesito y que se convierte en un
bálsamo para mi alma errática, triste y, porqué no confesarlo, a veces
moribunda. Eres la mujer más bella que he conocido, la que siempre quise
conocer, la que soñaba en aquellos años en los que lloraba mirando la luna. Me
das todo cuanto necesito para llenar de esperanza mi futuro, y solo me gustaría
que sintieras que yo te completo en la misma medida en que tu lo haces conmigo,
suave aliento de miel que me haces llegar en torrente tranquilo y sereno, eres
lo que más amo en el mundo. Gracias por darle sentido a mis poemas favoritos; Gracias
por hacer realidad mis canciones perdón si no consigo hacer lo propio con los
tuyos. Solo soy un aprendiz de amor indigno de lo que recibo, pero agradecido
por ser bañado en tus dones. Espero que
quieras seguir siendo mi futuro, como ya eres mi presente, como fuiste mi
pasado. Eres la hoguera eterna en la que arden mis más bellos sentimientos para
intentar dar calor a tu alma. Hermosa, eterna, siempre bella, gracias por
hacerme sentir lo que muchas veces he dudado ser: hombre. En ti, mi interior se
baña y se purifica, y me conviertes en alguien mejor.
TE QUIERO.
4 comentarios:
Hermoso de verdad el texto que has dedicado a tu mujer, Duende, sin duda alguna es afortunada.
Y mi más sincera enhorabuena por haber encontrado el descanso que una vez leí que buscabas.
Nada hay mejor en la vida que sentir la paz al lado de la persona amada, de tus seres queridos. Creo que el secreto de la vida y la felicidad, está en eso.
Solamente queda añadir que con toda seguridad tú inspiras en ella lo mismo, porque si la persona que recoge tu amor es de corazón limpio ... te entregará lo mismo.
Un abrazo Duende.
"Uno aprende a amar, no cuando encuentra a la persona perfecta, sino cuando aprende a creer en la perfección de una persona imperfecta."
Estoy de acuerdo con Melior. Menuda suerte tiene tu mujer. Yo creo que si a mi me dedicasen algo parecido, iba a llorar sin remedio.
Sigue así duende porque llevo tiempo leyendote y me siento emocionada por tus escritos en muchas ocasiones.
Muchas gracias melior por tus palabras. En efecto, he encontrado la paz, y creí que ello me obligaba o decirlo al igual que lo hice cuando no la tenía. Como he dicho en esta entrada, nunca podré encontrar la forma de pagar ese corazón puro que se me ha entregado. En eso, soy totalmente afortunado. Reitero mi agradecimiento por tus palabrs y por tu fidelidad.
Muchas gracias Sandra, espero seguir emocionándote por mucho tiempo. Creo que en lo único que disiento contigo es en eso de la suerte: soy yo el afortunado por haberla encontrado. Como a Melior, muchas gracias por tu comentario
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