Nunca hay
que pensar que algo es en vano; normalmente, todo lo que nos pasa es por algo
y, de hecho, así suele suceder. Imagino que hay mucha gente que, como yo,
piensa que ha venido a esta vida a sufrir, y es una pena, porque solo hay una.
Pero es que en muchas ocasiones, se encarga de demostrarnos que es así, sin que
podamos hacer nada por evitarlo.
La
tristeza y la soledad son pájaros, con textura de tela, que envuelven el
corazón y van destilando su esencia, empapando todo lo que tocan con su olor,
con su viscoso oleo, evitando así que se propaguen las alegrías que pudieran ir
surgiendo. De este modo, nos vemos envueltos en su fragante y putrefacta alma.
Una nos hace llorar y la otra se encarga de que no nos escuche nadie, para que
el desamparo sea mayor. Recuerdo que, cuando era joven, quería ser mayor y,
ahora que lo soy, desearía haber muerto hace tiempo para no tener que penar
más. Solo soy un alma a la deriva, que no encuentra puerto ni consuelo.
Descanse en paz, alegría, que ya no recuerdas mi cara, que me olvidas en tus
plegarias.
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