Siempre me he considerado un
hombre tradicional o, al menos, una persona a la que le gusta respetar las
tradiciones y que, si no las ha seguido, al menos siempre les ha mostrado la
pleitesía que se le debe solo por el respeto que nos deben merecer todos
aquellos para los que sí son importantes. Mi gusto por conocerlas y por darles
su lugar preferente dentro de mi parnaso particular se debe en gran medida a
que, usualmente, suelen ser un fiel reflejo de algo que o bien continua vigente
o bien se ha ido perdiendo en la estepa del tiempo, pero que en su día fue algo
totalmente real. Y es que, por muchos cambios que se hayan obrado en las
celebraciones actuales, todas sin excepción tienen su referente real,
normalmente parte del acervo popular de nuestro pueblo. Y eso es algo sin duda
digno de respeto.
Personalmente, una de las que más
me han gustado desde siempre es la de los ángeles de la guarda. No sabría
explicar el porqué, pero desde que en
edad pueril me enseñaron aquella oración infantil que creo que a todos se nos
está ahora viniendo a la cabeza, me ha reconfortado la idea de saber que
alguien hay siempre a mi lado que me salvaguarda de los peligros, sin apartar
su mirada de mí, expectante para apartarlos o, al menos, para ayudarme a
vadearlos. Al contrario de otras tradiciones, a esta siempre me ha costado
encontrarle su correspondencia real; no me cabe duda de que es debido a no
saber mirar en el lugar correcto, por que me niego a creer que sea esta la
única sin refrendo. Ahora, cuando llevaba ya mucho tiempo sin pensar en ello,
creo haber encontrado la respuesta.
Hay momentos personales en los
que la vida puede volverse la más árida de las experiencias, con pocos motivos
para seguir y todos para tirar la toalla. Normalmente, cuando te encuentras en lo
más hondo de este valle, los ojos suelen permanecer cerrados; unas veces por el
rictus firme del dolor, otras por no querer ver lo que te rodea, y ese suele
ser el primero de los errores que se cometen, ya que a causa de esa ceguera
voluntaria, en infinidad de ocasiones dejamos de ver a esos ángeles que están
en La Tierra para ayudarnos. Es muy frecuente intentar buscarles en hechos
sobrenaturales, con apariencias raras y estrambóticas; nada más lejos de la
realidad. Son personas, como nosotros, que nos brindan de manera desinteresada
la ayuda que precisamos para comenzar a escalar la escarpada ladera que
circunda el valle, que nos cambian dolor por comprensión, desánimo por aliento, amargura por cariño y ternura. Son
seres que desconocen de su fuerza, pero que no por ello dejan de entregarla.
Suelen dejar sus problemas aparte para sumergirse en los tuyos, sin dejar de
nadar hasta alcanzar la costa, desoyendo cantos de sirenas y tapando sus monstruosas
melodías con una demostración de entrega generosa que te lleva en volandas a la
playa. Dentro de la normalidad de los seres humanos, aunque no lo sepan o no le
den importancia, son seres excepcionales, para los que nunca encuentras las
palabras adecuadas para expresar tu gratitud. Saben como nadie darse de manera
incondicional con el único propósito de poder ver en una cara amiga una sonrisa
que es para ellos la mejor y más dulce de las recompensas. Solo por encontrar a
estas personas, vale la pena mantener los ojos abiertos mientras caminas por la
senda del dolor.
Ahora, que al fin he encontrado
una respuesta que me mantuvo ocupado durante largo tiempo hace ya más años de
los que quisiera recordar, solo puedo agradecer a quien quiera que los haya
enviado mi más eterna gratitud por haberlos puesto en mi camino, y desear que
todos y cada uno de vosotros, si tuvierais la necesidad de encontrarlos, tengáis
la fe necesaria para verlos; por que, como todo en esta vida, para poder
apreciarlos es necesario tener la firme convicción de su existencia. Vale la
pena soñar, ¿soñamos?
A Merce y a Ana, con cariño.
3 comentarios:
me han comentado que había algún problema con los comentarios. He introducido este mensaje como cualquier usuario, por ver si había algún problema y, no he observado nada. Si alguno tuvierais cualquier tiipo de contratiempo, me lo podeis comentar en el perfil de Duende Satírico del Facebook. Gracias a todos
Lo primero decirte que me ha encantado,es precioso.
Es cierto esos angeles existen, y yo en mi inmenso dolor he tenido la gran suerte de encontrarlos.Ojala todos pudieramos decir lo mismo.
Un saludo
Me alegro mucho de que te haya gustado. En verdad existen, pero hay que abrir los ojos para verlos y, sobre todo, mirar de una forma limpia, sin dejarte llevar por sentimientos amargos. Me alegro de que tú también hayas encontrado los tuyos. Gracias por tu comentario
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