A la luna plateada
que en mi noche hoy no brilla.
Que con Venus aún se junta
y se transforma en mirada.
A la sombra de la duna,
altiva y solitaria,
que conjura las estrellas
y de todas, solo una.
Al frescor de una caricia
cuando aún no ha sido dada,
cuando aún no tiene magia,
cuando se encuentra en puericia.
Al dolor de beso amigo,
a la duda que lo asombra.
A su efecto cotidiano
a su calor y su abrigo
A la espuria no nacida,
temor y dolor vacío,
polvo y niebla y la nada,
les consagro yo mi vida.
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