La frase del día

El hombre puede vivir unos cuarenta días sin comida, unos tres días sin agua, unos ocho minutos sin aire, pero sólo un segundo sin esperanza.” — CHARLES DARWIN

jueves, 1 de mayo de 2008

Generación X

Sin duda, cualquiera que tenga en estos momentos una edad comprendida entre los treinta y los cuarenta años, encontrará que el título le resulta, cuanto menos, tremendamente familiar, y es que así era como algún iluminado, con aires de superioridad y algún master en sociología o algo similar , bautizó a mi generación, al tiempo que añadía aquella famosa coletilla de: “la generación de españoles más preparada de toda la historia”. Recuerdo muy bien aquellos momentos, y recuerdo una entrevista con el famoso sociólogo que explicaba el cómo y el porqué de aquel bautismo (involuntario por la parte receptora como todo bautismo que se precie). Su explicación, de sencilla y lógica, se caía por su propio peso, dejando una sensación rara a aquellos que lo escuchamos: “teniendo las herramientas adecuadas para poder ser la generación más próspera de cuantas ha dado nuestro país, nuestros jóvenes (siempre he odiado esta seudo coletilla) siguen un rumbo indeterminado, incierto, que ni ellos mismos saben hacia donde les conducirá”... Y en unos segundos de alocución, el memo aquel puso en tela de juicio la capacidad de sus profesores, la validez de la ley de enseñanza existente en sus años púberes, y el poder educativo de la universidad: ¡inscientia necit!.

Si algo hay de cierto en todo esto, es que nuestros ascendientes jamás nos entendieron, ni se pararon a intentar hacerlo; estaban muy cómodos apoltronados en sus sillones de directores generales, creyéndose los amos del universo, y tomaron la misma determinación de Saturno en el genial cuadro de Goya, y comenzaron a devorarnos desacreditándonos ante aquellos que confiaban en nosotros, y esperaban el inevitable cambio genesíaco con alivio. Recuerdo un anuncio de una marca de vehículos francesa en la que un jóven recibía una reprimenda de su jefe sesentón por una serie de comportamientos que a él le parecían inaceptables: su vestimenta, sus aficiones, su actitud para con sus superiores... y para rematar la perorata, el buen hombre enunciaba aquello de “hay cosas que, para saberlas bien, no basta con haberlas parendido” para adjudicársela acto seguido al insigne Kant. Entonces, el joven comenzaba a desmontar un argumento tras otro con lógica y coherencia para terminar diciendo: “la cita es muy buena; pero no es de Kant: es de Séneca”. Y de la creatividad de unos publicistas nació la más exacta fotografía de lo que era mi generación, al tiempo que se acuñó un término que, para mí, nos definía mejor: “J.A.S.P.”, que eran las siglas de Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados. Aquella breve historia de tan sólo unos cuarenta segundos ponía de manifiesto toda nuestra esencia, pero muchos de los pertenecientes a la elite no supieron verlo, porque nunca usamos la preparación, los dones y el pan y la sal que nos entregaron de la manera que ellos consideraban más acertada; y por ello nos asignabn la letra escarlata reconvertida en flagrante aspa: ¡ por no ser capaces de comprender hacia donde se encaminaban nuestros pasos !. ¡ Ellos eran los necios, y nosotros los marcados !.

En muchos momentos de nuestra vida, los hegemónicos nos pusieron en las manos herramientas para que le demostrásemos nuestro arte, nuestra pericia o nuestra sabiduría, y únicamente recibieron la callada por respuesta, sin que llegaran a atisbar siquiera que ninguno de nostros hubiera albergado vez alguna la necesidad de demostrar a nadie de lo que éramos capaces, incapaces de tan estúpido alarde . Y ese (para ellos) lacerante silencio fue contestado con sorna, con mofa, befa y escarnio, sin que llegaran a enterarse de que hay demasiadas veces en que el arte pasa inadvertido por la impericia del observador antes que por la falta de talento del ejecutor. Y antes que reconocer esto, preferían que sus hijos genesíacos se encontraran entre escila y caribdis. Nos enterraron en vida para que nos ganásemos la vida, nos obligaron a alinearnos en sus filas, mas en la retaguardia, para no poder crear ningún problema que amenazase el sillón en el que se habían apoltronado, sin querer reconocer que su tiempo estaba llegando al fin.

Y ahora que han pasado ya varias décadas, ha quedado demostrado que su derrota no era si no cuestión de tiempo. Patentes son los lazos que unen a la actual jóven generación con la nuestra, y que han terminado de reconducir el mundo a la posición aproximada a la que nosotros lo hubieramos ubicado. Miran a los ochenta con veneración, llaman a los artistas que crecieron con nosotros clásicos y, sobre todo, reconocen que, aunque han hecho las cosas a su manera, imprimiendo en todo lo que realizan la impronta de su innegable personalidad, la matriz de su germen genuino lo han encontrado en nuestra generación. Hay muchos de ellos que piensan que la causa de la cercanía entre ambas cosmovisiones radica en que ellos son una generación demasiado retro, mientras que nosotros fuimos un grupo que rompió con todo, que innovamos en todos los campos; y no me atrevo a decir que no, sobre todo cuando los que lo afirman son unos nuevos J.A.S.P. Que sin duda son superiores a nosotros por su deterninación y por su claridad de ideas. Sin duda, ambas generaciones son de lo mejor que jamás se ha visto en España; dos grupos irrepetibles, condenados a entenderse y, además, encantados de hacerlo. El mundo sigue su curso, aunque a algunos les resulte difícil y/o incómodo aceptarlo