La frase del día

El hombre puede vivir unos cuarenta días sin comida, unos tres días sin agua, unos ocho minutos sin aire, pero sólo un segundo sin esperanza.” — CHARLES DARWIN

martes, 5 de mayo de 2009

HOY


Hoy, he estado reflexionando durante una buena parte de la madrugada, y otra de la mañana. He pensado mucho acerca de mí, de todo lo que me ha sucedido últimamente, y he llegado a la conclusión de que han sido demasiados los golpes que he aguantado, que no creo que me merezca tantos, aunque haya habido algunos que si que hayan sido merecidos.

Hoy, he tenido por fin el valor para mirar en mi interior, y lo que he visto me ha hecho llorar, recordando quien era, recordando quien me gustaría ser, y comparándolo con la caricatura en la que se ha convertido mi corazón. Todos aquellos que han hecho todo lo que han hecho en el nombre del amor que decían sentir por mí, han dejado agonizante al niño que llevo dentro, que yace en el suelo, con los ojos mirando hacia el horizonte, mientras preguntan "¿por qué?", mientras la lágrimas (las mismas que ahora ruedan por mis mejillas), le recuerdan a través del dolor, que por lo menos aún sigue vivo, manteniendo así la esperanza de poder volver a caminar algún día.

Hoy, mientras realizo ese viaje hacia ninguna parte, escuchando marchitarse las flores que hay a ambos lados del camino, justo a la altura del último pájaro que, agonizante, cayó hace unos segundos del cielo, veo ante mí esa tierra ahita de podedumbre y cieno en que han convertido mi alma aquellos a los que más amé, todos los que en el nombre del amor han tratado de reconducirme hacia lo que para ellos es el buen camino, atando para ello a mi cuerpo cinchas repletas de espinas, que se han clavado en mi carne, desgarrándola sin compasión; pero, eso sí, todo en el bendito y sagrado nombre del amor terreno y filial, que sin duda ha motivado sus actos.

Hoy, que el rencor ha sido desterrado de mi yermo páramo, que ninguno de mis sentimientos se ve ya movido por el odio ni la animadversión, por fin he encontrado el valor para volver a llorar, mientras maldigo a todos aquellos a los que más amé, a todos los que me recibieron en su dulce regazo, hoy lleno de afiladas puntas; a todos los que me han dejado inservible para el amor, para los sentimientos agradables. A todos los que pasaron junto a ese niño agonizante que hay tendido en el camino, y pretendieron levantarlo a fuerza de puntapies. Gracias a todos ellos, por haber convertido mi alma en el mayor cementerio de sentimientos que jamás haya conocido.

Hoy, ahora que acuno a mi niña entre los brazos, veo como un pequeño viento de vida entra en el yermo páramo, mientras me pregunto: "¿cuanto tardara en ser asesinado en nombre del amor?". Quizás no muera, no hay porqué. Mientras comienza a respirar de nuevo el pájaro exangüe, y el sol comienza a tejer un dorado nido en el cielo, el légamo comienza a secarse. ¿Quién sabe si no será la base para una nueva cosecha?. Una oración irá por ello.