La frase del día

El hombre puede vivir unos cuarenta días sin comida, unos tres días sin agua, unos ocho minutos sin aire, pero sólo un segundo sin esperanza.” — CHARLES DARWIN

jueves, 17 de diciembre de 2015

SIMPLEMENTE, GRACIAS DUENDE

He leído por ahí, a lo largo de mucho tiempo y más veces de las que podría imaginar, que no soy quien dice ser. Me resulta curioso y, si me lo permitís, hasta ilógico, ya que creo que siempre he sido una persona bastante transparente. Normalmente esas críticas nada constructivas y hechas con afán cuasi difamatorio, han venido por el flanco de mi alter ego literario; ¡pobre Duende Satírico! No es más que alguien a quien le doy todos mis miedos, mis dudas, mi lado más oscuro y se encarga de, moviendo su pequeña pluma, exorcizar los fantasmas que van acudiendo a mi interior. Demasiado castigo para un esforzado homúnculo que cohabita siempre en la penumbra de mis lágrimas para convertirlas en alegrías.
Y me resulta aún más ilógico este tipo de aseveraciones cuando yo siempre he afirmado no ser más que un pobre escribidor; un chico de la calle que vive su canción, sin más pretensión que la de comprender ciertas cosas que, de no escribirlas, quedarían lejos de mi entendimiento. Quizás sea esto algo pretencioso por mi parte o, quizás, sea el que me atreva a desnudar mi alma ante gente desconocida, sin pudor alguno, lo que puede molestar: la verdad es que no lo sé y, perdónenme aquellos que lo han afirmado alguna vez, me importa poco o nada, dicho esto desde el respeto que me merece cualquier opinión; el mismo que creo merece la mía. Durante más años de los que me gustaría admitir, vengo enfrentándome al folio en blanco, emborronándolo con la sangre que han derramado mis heridas y lágrimas que han brotado casi a la par que las estruendosas carcajadas. Ni en los peores momentos he dejado de escribir, con un pequeño espacio de tiempo en el que mi zozobra interior fue tal, que se instauró en mí un vacío literario del que aún noto, en cuanto comienzo a teclear, que no he llegado a reponerme totalmente. Y digo esto porque siempre subyace en mí el temor de comenzar un texto y terminar hablando siempre de aquellos tiempos oscuros; bien cierto es que nunca me suele ocurrir, pero mientras ese miedo no desaparezca, nunca voy a afirmar que me he recuperado del todo de esos momentos en los que era incapaz de escribir nada. Supongo que es algo similar a lo que los ex alcohólicos sienten pese a los años que lleven sin beber: aprenden a vivir y a controlar esos impulsos, pero nunca bajan la guardia. Y eso es justo lo que en mí sucede: nunca bajo la guardia pese a haber aprendido a cohabitar con la alegría y el optimismo.
Y es por esto que hoy quiero, querido Duende, agradecerte que siempre estés ahí, viviendo en el lado oscuro de la luna, sonriendo aunque los tiempos sean hostiles. Gracias por cambiar mis pensamientos más tristes y meditabundos en alegrías. Solo siento que tu papel lleve implícito el que alguien pueda llegar a pensar que eres un ser pretencioso que se cree  Capote o Hemingway. Ambos sabemos la verdad, y es más que suficiente; porque no hay más ciego que el que no quiere ver y ninguno de los dos estamos ya para educar a nadie ni para desfacer equívocos en quien está más que cómodo sentado sobre el centro de su erroneo mundo. Como afirma Fito: "Puedo reir y no disimular: Es la ventaja de irse haciendo viejo. No tengo nada para impresionar, ni por fuera ni por dentro"