La frase del día

El hombre puede vivir unos cuarenta días sin comida, unos tres días sin agua, unos ocho minutos sin aire, pero sólo un segundo sin esperanza.” — CHARLES DARWIN

lunes, 14 de septiembre de 2015

ALUCINADO

Ya voy siendo mayor, y comienzo a ver canas en mi escaso pelo, en mi barba. Veo imperfecciones en mi cuerpo, que va sucumbiendo lenta  e inexorablemente al indolente paso del tiempo. Voy aceptando de buen grado los surcos que la vida va dejando, aprovechando cada uno de ellos como otra valiosa experiencia. Todo esto me hace ser más realista, más consciente de lo que tengo, de lo que no; de lo que he perdido y de lo que he encontrado: he aprendido a darle a todo su justo valor. Y por eso me siento inmensamente feliz de tenerte a mi lado. He aprendido a ver tu grandeza, tu belleza interior en toda su enorme extensión. Me he colgado de tu sonrisa, que ha ido ganándole terreno hasta al más bello rayo de luna que pueda encontrar. Y es que me haces tan inmensamente feliz que muchas veces me despierto temiendo que solo hayas sido un cruel sueño del que acabo de despertar. Mi alma se siente maravillada, asombrada como un niño por tu fascinante interior, por su gran belleza. Gracias, amor, por existir.

Te quiero y, por eso, esta bella canción para la más bella de las mujeres, con el universo interior más fascinante que yo haya visto jamás.

jueves, 10 de septiembre de 2015

U2: CEDARWOOD ROAD

Una genial canción del último disco de mis adorados U2. Espero que las disfruteis en este precioso día


miércoles, 9 de septiembre de 2015

FILOSOFÍA DE VIDA III: SIEMPRE 101

Quizás sea este el más complejo de los tres escritos por lo diferente que es de sus dos antecesores. De hecho, esta enseñanza no nace de ninguna historia, está totalmente vigente en mi vida y, además, se añadió a mi breve acervo hace apenas unos meses. En este caso, una amiga, cuyo nombre no viene al caso, me dijo una frase que se me quedó grabada: "no importa que te caigas cien veces; importa que te levantes ciento una".
Yo, que soy como los luchadores de breve carrera por no saber rendirse, la asimilé rápidamente por adaptarse perfectamente a mi forma de ser y de ver la vida. Por aquel entonces estaba saliendo de una relación tortuosa y conciliaba el sueño bastante tarde, lo que propició que comenzase a darle vueltas a la dichosa frasecilla y me dí cuenta de que efectivamente, había algo que estaba mal en mi vida, que no funcionaba: los problemas iban viniendo y se iban salvando, pero me dejaban un poso amargo que me impedían ser feliz, preocupado siempre por el siguiente problema, por la siguiente caída, por el inminente tropezón. Y así iba pasando el tiempo sin que lograra ser ni siquiera una caricatura del hombre que había sido solo unos meses atrás. Estaba claro que necesitaba darle un giro a mi cosmovisión y reinventarme; era eso o morir en el intento dentro de un pozo negro de amargura. Y así fui dándole vueltas, elaborando una teoría que poco a poco fue haciéndose realidad a base de esfuerzo por ver el lado bueno de las cosas, de pelear contra mis molinos de viento en un intento de alejar pensamientos que pudieran llevarme al desánimo; poniéndole una sonrisa a los peores momentos y teniendo presente en todo momento que el dolor es algo inevitable, pero que el  no anclarse a un estado permanente de tristeza sí es factible y que, para ello, solo hay que ir soltando lastre lo más rápido que se pueda para llegar cuanto antes al estado de tranquilidad. Y fue así como surgió el germen de lo que yo hoy denomino "siempre 101", y que poco a poco se ha ido convirtiendo en una forma de vivir, en una teoría humanística creada a mi justa medida, para lograr poder disfrutar del presente, sin que las huellas del pasado ni las amenazas del futuro pudieran hipotecarlo.
   Y es que la frase entera resultaba demasiado larga, demasiado complicada de recordar, y vi necesario acortarla, extrayendo lo esencial de tan noble sentencia, para que de un plumazo pudiera verse el corazón y el motor de mi recién adquirida filosofía de vida. Esa fue la parte más fácil de todo el proceso, sin duda. Estaba claro que lo importante era levantarse una vez más de las caídas, siendo estas cien y, además, que había que hacerlo siempre. Fue más que evidente, no cabe duda.
   Faltaban ya solamente las premisas que acompañasen tan extraño silogismo, vital y positivo. Como el mismo, debían compartir esos dos dones, transmitir la misma energía y seguridad. Y de nuevo emplear alguna que otra noche (ella siempre ha sido mi amiga y aliada) en apuntalar mi nueva forma de ver el mundo. Al fin, varias surgieron, otras llegaron y otras simplemente estaban, pero no había reparado en ellas. La primera de ellas surgió de una película que adoro, "Nothing Hill", que me hizo llegar a una conclusión: "No importa cómo estés en cada momento, porque ese instante no es el definitivo, si no un peldaño hacia tu meta". Otro, no menos importante, el saber que al finalizar el día es absurdo continuar rumiando el problema una y otra vez, ya que "lo que podías o lo has hecho ya o no vas a tener posibilidad hasta el día siguiente"; así que en esos instantes de intimidad, lo mejor que se puede hacer ya es disfrutarlos y dedicárselos a quien te acompaña y sufre contigo (incluído tú mismo). Este descanso que se le da a la mente propicia que al día siguiente, cuando se retome si es necesario, se haga con una mayor claridad y eficiencia. Y así hasta construir un decálogo en el que uno destaca por encima de todos ellos: "Siempre hay que levantarse y continuar. Nunca hay que rendirse". 
Todo esto que puede parecer fácilmente desmontable (y seguramente lo sea), puede significar la diferencia entre "disfrutar de lo que se tiene o llorar por lo que se pierde". No es algo que constituya la quintaesencia, ni el non plus ultra, pero sí que es una cosmovisión que me he forjado para conseguir disfrutar de algo que nunca se tiene, jamás se recupera cuando se malgasta y nunca va a frenar para esperar a que te levantes: el tiempo. Creo que cada cual puede hacerse su propio "Siempre 101" y tratar de ser cada día un poco más feliz que el anterior; porque ya bastante golpes nos tiene guardado el camino como para que nosotros nos inflijamos alguno más con el látigo de la tristeza. Es necesario disfrutar de algo bello, corto y efímero que se nos ha brindado y que posiblemente nunca se vuelva a poseer: la vida. Porque un claro de luna, un beso robado o una mirada tierna son siempre más hermosos que cualquier problema que sufras, cualquier puerta que se te cierre, cualquier revés que se te presente, no te quedes paralizado, mirando fijamente a los ojos de tu tristeza y comienza a nadar hacia la orilla de tu felicidad. Aunque no lo creas, es posible.

SIEMPRE 101
DUENDE SATÍRICO

viernes, 4 de septiembre de 2015

AL MAESTRO VALENTE

El más grande poeta del grupo de los 50 y uno de mis autores capitales. Ahí va, para una tarde cenicienta y remolona, mi poema favorito de José Ángel Valente. Mientras exista en el mundo un corazón puro, tu poesía seguirá viva.


Cerqué, cercaste,
cercamos tu cuerpo, el mío, el tuyo,
como si fueran sólo un solo cuerpo.
Lo cercamos en la noche.

Alzose al alba la voz
del hombre que rezaba.

Tierra ajena y más nuestra, allende, en lo lejano.
Oí la voz.
Bajé sobre tu cuerpo.
Se abrió, almendra.
bajé a lo alto
de ti, subí a lo hondo.

Oí la voz en el nacer
del sol, en el acercamiento
y en la inseparación, en el eje
del día y de la noche,
de ti y de mí.
Quedé, fui tú.
Y tú quedaste
como eres tú, para siempre
encendida.


JOSÉ ÁNGEL VALENTE

AHORA QUE TE ENCUENTRO

Esta canción va para mi mitad, para la que está aguantando mis rarezas y mis costumbres; para esa que sabe como arrancarme la sonrisa, cómo ponerme la carne de gallina en el corazón cada vez que escucho su risa; cómo desnudar mi alma bajo la tempestad y hacer que disfrute de la lluvia. Para ti, que cada mañana te saludo con un "buenos días, preciosa" y siempre sabes las mil maneras de contestarme para conseguir que sienta que me he reconciliado con la vida y, por qué no decirlo, hasta conmigo mismo.