La frase del día

El hombre puede vivir unos cuarenta días sin comida, unos tres días sin agua, unos ocho minutos sin aire, pero sólo un segundo sin esperanza.” — CHARLES DARWIN

viernes, 29 de mayo de 2015

EL LIBRICO DE LAS CRUÇES

Pese a los años que ya pasan desde su fallecimiento, aún a fecha de hoy sigo recordando a Vicente "El Maca", y es que si un adjetivo se ganó a lo largo de su vida, ese es el de inolvidable. Los que tuvimos la suerte de conocerlo vimos como nuestra vida fue regada por un sinfín de analectas y frases que muchas de las veces tenía en la boca para premiar o castigar según su criterio le dictase, pero que en todo caso siempre resultaban aleccionadoras. Y es que, ante todo, era Vicente un hombre de carácter, con una moral recta que aplicaba a todas y cada una de las cosas y relaciones personales que le tocaban de cerca por lo cual, cada acción que cometía se convertía en una valiosa lección que aprender.  De todas ellas, la que más se me ha quedado grabada en la memoria es la del "librico de las cruçes" (hay que tener en cuenta que, por esta zona, se habla con la s, con lo que cruces sonaría "cruses", de ahí que use la cedilla para escribirla).
Cuenta la leyenda (siempre quise escribir esta frase) que hubo por aquel tiempo alguna disputa familiar de esas que se suelen montar por una tontería y que, por desgracia, en más ocasiones de las que quisiéramos tienen consecuencias desproporcionadas. Sea como fuere, se produjo una pequeña escisión que llevo a la negación de saludo de unos con otros. Y llegó el momento en el que Vicente se encontró con varios de estos familiares y, sin tener nada que ver en la cuestión, vió como aquellos le negaban el saludo, cosa que le molestó bastante. Recuerdo que contaba la desagradable situación con bastante cabreo y que, tras una pausa breve, replicó: "Pues estoy pensando que me parece muy bien. Fulano y mengano se han comprado un librico de las cruçes; pero lo que ellos no saben es que yo me he ido a la misma tienda y me he comprado el mismico mismico. ¡Lo contentico que he salido yo con mi librico de las cruçes! Y me he puesto a escribir nombres y ¡me he quedado solo! Una vez me han vuelto la cara, pero dos no me lo hacen". Obviamente, pese a la gravedad de los hechos, los presentes tuvimos que sofocar las risas, más por la forma de expresarlo que por otra cosa. Pasado el tiempo, me he dado cuenta de que aquella fue una lección magistral de como se puede encajar un golpe doloroso y trasladarlo, con ingenio y socarronería, a un terreno en apariencia menos trascendental; pero solo en apariencia.
Y es desde entonces que tengo conomcimiento de la existencia del librico de las cruçes y que, por desgracia, he tenido que abrir para comenzar a incribir en él a gente que han pasado por mi vida y han sacado su propio ejemplar, sin tener en cuenta que los demás tenemos también el nuestro. Siempre he dicho que mi saludo no es un derecho, si no un privilegio que yo otorgo a quien creo lo merece. Y no es porque considere que es más importante que el de cuaquier otro; más bien es todo lo contrario: expreso que no es menos que el de nadie, sin otra pretensión ni tinte alguno de superioridad, sobre todo teneiendo en cuenta que jamás se lo he negado a nadie hasta que el prójimo ha dado el primer paso. A todos esos que no lo han pensado así, va dedicada la primera página de mi libro.
La segunda va dedicada a aquellos a los que considero me han traicionado o defraudado. Afortunadamente son muy pocos, ya que con una sonrisa me doy por bien pagado. Es lo que tenemos los pobres de espíritu: que lo somos hasta para pedir.
La tercera es la más escasa pero de las más dolorosas. En ellas solo se incluyen a aquellas personas que alguna vez han entendido que algún intento de conciliación ha tenido alguna motivación oculta; es decir, a las personas que son capaces de sospechar que tras un gesto noble escondo mitigar soledad, sacar algún tipo de beneficio material, personal o espiritual, y no por el hecho de que piense que puedan ser mejores o peores, si no porque han sido capaces de llegar a pensar de mí que yo puedo cometer tal ruindad. Afortunadamente solo he tenido que pasar ese mal trago dos veces en mi vida, y espero que sean las dos últimas, porque desde ese preciso instante, por un innato sentido de amor propio y con todo el dolor de mi corazón, sus nombres aparecen en el librico de las cruçes como a buen seguro sé que yo debo aparecer por alguna página de las suyas. Y eso conlleva que jamás voy a volver a cruzar palabra alguna, aunque ocupen un lugar privilegiado dentro de mis sentimientos, y mi idea con respecto a ellos no haya cambiado y continue pensando que son maravillosas personas que han tenido un momento malo en el que han tergiversado intenciones. Pero es que se me hace insoportable el imaginar que alguien pueda pensar eso de mí, como si no me conocieran, pensasen que realmente no me han conocido o tengan la certeza de que he podido cambiar tanto como para ser capaz de eso.
Imagino que cuando hayais llegado a este párrafo, cada uno habreis ido ubicando nombres en las distintas páginas de vuestros personales libricos de las cruçes. Ojalá esta última hoja de vuestro volumen permanezca impoluta, virgen a todos los efectos, aunque es algo difícil, sobre todo teniendo en cuenta que la vida solo da una oportunidad y una ostia cuando te has equivocado. Gracias a Vicente "El Maca" tuve conocimiento de la existencia de tal libro; con que solo uno de vosotros hoy haya tenido conocimiento de lo mismo, le habré pagado aquella clase magistral que aquel día me dio ese gran hombre, ese ejemplo de integridad que siguió impartiendo enseñanzas hasta el fin de sus días.

No hay comentarios: