La frase del día

El hombre puede vivir unos cuarenta días sin comida, unos tres días sin agua, unos ocho minutos sin aire, pero sólo un segundo sin esperanza.” — CHARLES DARWIN

sábado, 7 de junio de 2008

El agua prometida

El agua prometida.

Recuerdo que hace ya la friolera de trece años, cayó en mis manos por arte y magia de un regalo que, (espero me perdonen la imprecisión), fue hecho por un motivo que ahora no recuerdo, y que en su momento no me generó ninguna ilusión especial, más allá de la que supone para mí que me regalen un libro (ya de por sí grande). Se trataba de una obra de reciente aparición de Manuel Vázquez Figueroa, y se llamaba como el título de este escrito: El agua prometida. Por aquel entonces había terminado de leer otra obra del mismo autor que me entusiasmó: Tuareg, así que acometí la lectura del ejemplar con unas altas expectativas, confiando que me condujese a nuevos territorios inexplorados e inaccesibles para mí, de la mano de otros personajes que, como Gacel Sayah, volvieran a maravillarme con su particular cosmovisión y su sentido del deber. Quizás se me pueda atribuir cierta bisoñez que, dada la edad que entonces tenía, jamás me atrevería a rebatir; pero lo cierto es que aquel libro fue una de las mayores sorpresas literarias que me he llevado en mi vida.
Vázquez Figueroa es un escritor que, como le sucedía a Baroja, escribe como el diablo, pero noveliza como los ángeles, lo que propicia que haya pocos autores con los que cualquier lector pueda disfrutar tanto como con él. Esto le hace vender muchos ejemplares, ser admirado, envidiado y, sobre todo, independiente. Por todo ello, el canario se desmarcó con una especie de ensayo magistralmente escrito que versaba acerca de los problemas que se había encontrado por el simple hecho de haber realizado un hallazgo extraordinario y querer donarlo gratuitamente a su país, con lo mal visto que está en España el altruismo que deja fuera de juego a los intermediarios y correligionarios varios, cada uno con bastardos sentimientos patrios que les lleva a llenarse los bolsillos en nombre del estado de bienestar , beodo con el peor vino: el de la sangre de su herida. Además de ser un literato de éxito, Don Manuel es además un gran inventor, de esos cuya genialidad tardará muchas décadas en ser reconocida, y fruto de ella ideó una planta desaladora que usaba unas simples membranas y su conocimiento en submarinismo para lograr separar con una total eficacia y con un alto grado de respeto hacia el medio ambiente (como han demostrado a posteriori las que fueron instaladas en su isla natal) el agua de la sal. Este tema, que ahora goza de una popularidad y que parece recurrente y hasta, si se me permite decirlo, manido, en el año mil novecientos noventa y cinco resultaba innovador, y despertó en mí una conciencia ecologista que hoy en día conservo y aprecio como uno de mis mayores tesoros. Con aquel genial ensayo descubrí lo que hoy sabe ya cualquier individuo: que la utilización de los recursos naturales ha de ser comedida y responsable, solo que con más de una década de adelanto.

Hoy, que la humanidad mira el futuro con los malos augurios de ver a nuestros nietos malviviendo en un mundo esquilmado indiscriminadamente por multinacionales sin escrúpulos, para los pocos que leímos aquellas sabias palabras de Vázquez Figueroa y nos dejamos imbuir por el espíritu del Caid Manolo, la situación actual es tan solo el lógico resultado de lo que entonces preconizaba una minoría tildada de alarmista y de anti-progresista, que veía en las latas de refresco al enemigo a batir. Ni ahora, que resultan evidentes sus nefastos auspicios, el conjunto de los hombres nos decidimos a aunar esfuerzos para paliar un tanto la comprometida situación de la madre Tierra, olvidando que, como reza aquel sabio dicho: “Dios perdona siempre; el hombre, a veces; la naturaleza, nunca”.

2 comentarios:

Vigo dijo...

No sé porque se empeña en cambiarle de nombre a Alberto por Manuel, o quizás lo conoce usted más que yo... Bueh, adivino que la confusión le viene al confundirlo con Manuel Vázquez Montalbán, digo yo. ;) Verba Volant...

Por otro lado tampoco tengo yo mucho interés en comentar en una entrada de hace seis años en un blog, pero vine buscando información de este libro y recaí aquí.

Por volverme aún más tiquismiquis le corrijo otro dato. Yo diría que las desaladoras de osmosis inversas que Vazquez-Figueroa a patentado nunca se han llegado a realizar así que tengo serias dudas sobre el dato que comenta usted de que ya funciona alguna en su ciudad natal.

Su funcionalidad es bastante dudosa, y aunque algunos científicos parece que se han manifestado en que podrían funcionar, también es verdad que hay muchas voces críticas que se han declarado en contra de ésta forma de desalar el agua al considerarla bastante menos eficiente que las desaladoras que ya existen en la actualidad.

Yo no puedo decantarme en este punto, ya que mis conocimientos no alcanzan el nivel de la discusión, y escuchando a Vázquez Figueroa digo: sí, y luego escucho alguna voz crítica y digo: no.

No tengo ninguna duda que Vázquez Figueroa es un grandísimo escritor, pero en su papel de inventor tengo serias dudas de si es un visionario o un simple charlatán.

Un saludo, y perdón por la intrusión.

Vigo

DUENDE SATÍRICO dijo...

Ante todo, muchas gracias por el comentario. Siempre es de agradecer que alguien tenga la deferencia de leer algo que has escrito, pero si además motiva algún comentario, le aseguro que la gratitud es infinita.
Dicho esto, tal y como usted ha afirmado, esta entrada es de hace ya seis años, así que no puedo afirmarle ni desmentirle lo que me pasó por la mente en aquel momento en que cambié el nombre de Alberto por el de Manuel. Dado que ambos escritores, con la salvedad de su apellido, no tienen nada en común ni en estilo ni en el planteamiento que ambos utilizaron para dirigir sus carreras literarias, me inclino por pensar que, simplemente se trata de un lapsus calami derivado de mi forma de escribir a vuelapluma. De todos modos, le pido disculpas, ya que es un error bastante importante, que le agradezco me haya comunicado; precisamente, por el lema expresado en la cabecera de mi blog, no voy a corregirlo. Espero que sepa disculparme por esta licencia.
En la época en que se escribió esta entrada, recuerdo haber leído una entrevista al escritor, en la que afirmaba que tenía cerca una de sus desaladoras, a pequeña escala, funcionando bastante bien. Fue en este dato en el que que me basé para afirmar que alguna "funciona en su lugar natal"
Agradezco asímismo su opinión sobre la funcionalidad de la desaladora, tan opuesta a la mía como respetable.
Le reitero el saludo y, si me lo permite, no le perdono la intrusión, si no que espero que sea la primera de muchas. Este pequeño pedazo de mi alma es de quien quiera cogerlo y, por ende, es tan mío como suyo. Muchas gracias, de todo corazón, por su acertado comentario.
DUENDE SATÍRICO